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Foto del escritorBe.Different

Una 'capitana' de 19 años

La piloto, que sueña con ser astronauta, quiere que su hazaña sirva para que las niñas y jóvenes se animen a dedicarse a la aviación, la ciencia y la tecnología


Tras 52.000 kilómetros y cinco meses de travesía –dos más de los inicialmente previstos por culpa de la meteorología, el covid y las trabas burocráticas–, el pasado jueves, a las 13 h, Zara Rutherford aterrizaba en el aeropuerto belga de Courtrai-Wevelgem pilotando su pequeño avión ULM Shark UL, de solo 325 kilos. A sus controles y con solo 19 años, Rutherford se ha convertido en la piloto más joven en dar la vuelta al mundo en solitario a bordo de un aeroplano.


El récord anterior lo ostentaba la piloto estadounidense de origen afgano Shaesta Waiz, que circunvaló el globo en 2017, pero cuando tenía 30 años. Los récords están hechos para romperlos, pero Waiz, antes de que Rutherford tocara tierra, aseguró que no esperaba que el suyo lo rompiera una joven de 19 años y que este hecho “simplemente demuestra que no importa cuál sea el género o la edad; todo se trata de determinación”. Hasta la fecha, el aviador más joven en lograr esta hazaña es el británico Travis Ludlow que la logró en julio de este mismo año con 18 años.


Propósito

Ha estado más de 150 días volando para demostrar a las jóvenes “que pueden ser audaces y ambiciosas”


Zara Rutherford es hija de un piloto comercial británico y de una piloto recreativa belga, y nieta de pilotos, se subió a un avión por primera vez a los 6 años. Sus padres tienen una empresa de transporte de aviones y pilota sola desde los 14 años, aunque no consiguió su licencia hasta el año 2020, por lo que solo acumula 130 horas de vuelo certificadas.


Rutherford se tomó un año sabático para poder preparar y completar su viaje y una vez logrado, quiere estudiar ingeniería electrónica o informática en una universidad de Reino Unido o Estados Unidos, para posteriormente tratar de cumplir su sueño de convertirse en astronauta. De hecho, durante alguna de las 60 paradas en 52 países de los cinco continentes que realizó desde su despegue el 18 de agosto, también en Bélgica, empleó el tiempo libre en mandar solicitudes de admisión a varias universidades.


Más allá de los récords –también se ha convertido en la primera mujer en dar la vuelta al mundo en un avión ultraligero– la motivación de esta joven para empeñarse en esta aventura ha sido precisamente la de animar a que las niñas y la jóvenes se ilusionen con volar y estudiar ciencias, informática, matemáticas y tecnología.A menudo se anima a las chicas a ser guapas, amables, serviciales y dulces. Con mi vuelo les quiero demostrar que pueden ser audaces, ambiciosas y hacer realidad sus sueños”, dijo Rutherford.


En este sentido, de momento y según Jane Gandee –directora de la escuela solo para chicas Saint Swithun’s School (Winchester, Reino Unido), de la que Rutherford fue alumna hasta hace bien poco–, “cincuenta de nuestras propias estudiantes se han inspirado en Zara para intentar aprender a volar, y estoy segura de que su ejemplo servirá de inspiración para muchas más mujeres jóvenes en todo el mundo.



En varios países, la capitana Zara Rutherford –como la bautizaron en México– ha aprovechado para reunirse y dar charlas a jóvenes estudiantes de aviación y de ciencias para animarlas a proseguir con sus carreras, a pesar de que “la brecha de género es enorme”, asegura la joven.


Evidentemente, tras más de 150 días en el aire, Zara Rutherford se ha enfrentado a todo tipo de problemas. La suya es una nave ligera y rápida, un avión deportivo con poca instrumentación que ha pilotado sobre todo siguiendo las normas de vuelo visual. Además no tenía permiso para volar de noche, por lo que se guiaba por lo que veía desde la cabina.


Dificultades

Uno de los mayores problemas fue cuando estuvo a un paso de tener que entrar en el espacio de Corea del Norte


Así que las nubes fueron un gran problema cuando, por ejemplo, se dirigía a Corea del Sur y una nube enorme se interpuso en su camino. Esquivarla implicaba tener que desviarse y entrar en el espacio aéreo de Corea del Norte, un país que “prueba misiles de vez en cuando sin previo aviso”, explicó Rutherford.


A falta de 15 minutos de tener que entrar en el que es seguramente uno de los países menos recomendables para ir sin haber sido invitado, las nubes se abrieron y la joven piloto evitó Corea del Norte, para alivio de su equipo en Bélgica que no paraba de decirle que hagas lo que hagas, ¡no entres en el espacio aéreo de Corea del Norte!. "Fue una experiencia bastante estresante”, dijo durante una conferencia de prensa ya en Bélgica el jueves.


En Florida, se enfrentó a tormentas en medio de la temporada de huracanes. Mientras volaba hacia Seattle, en septiembre, el humo de los incendios forestales del norte de California se filtró en su cabina, nublando su vista y obligándola a dar la vuelta.

Tras aterrizar en Groenlandia después de que su familia perdiera el contacto con ella por radio durante varias horas, envió a sus padres un elocuente mensaje: “Estoy viva”.


Japón le negó la entrada a causa de las restricciones sanitarias por covid y China igual. Sobrevoló una remota y fría (-35ºC) zona de Siberia, en noviembre, donde de haber tenido que realizar un aterrizaje de emergencia “dudo que hubiera sobrevivido”. La contaminación de India la obligó a cambiar sus planes para cruzar ese país y tomar una ruta mucho más larga.


En alguna ocasión, las nubes la han obligado a volar a una altura inferior a los 500 metros y en Carolina del Norte, se vio obligada a aterrizar en un pequeño aeródromo en el que no había nadie porque caía la noche. Cuando llegó, llamó a una empresa de taxis de la localidad más cercana que no quiso recogerla, así que hizo autostop. En Dubái, no pudo aterrizar ya que los vientos no eran seguros para su minúsculo avión de menos de 7 metros de largo.



Zara Rutherford en su avión ULM Shark UL
El avión de solo 325 kg y menos de 7 ms. de longitud con el que ha realizado el viaje (DPA vía Europa Press)

Además, se quedó atrapada cinco semanas en Alaska por el mal tiempo y mientras esperaba que se solucionaran los problemas con su visado para entrar en Rusia.

Un vez de nuevo en Bélgica, Rutherford aseguró que iba a ser extraño “no tener que volar todos los días o intentar volar todos los días”, pero que también se sentía “feliz de estar finalmente en el mismo lugar durante unos meses”.


 


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